Descubrí que
el tiempo juega con nosotros. Hace un “tiempo” que tengo la sensación de estar
viviendo minutos que duran demasiado. Otras veces, una hora se pasa en quince
minutos. El mundo no tiene tiempo, las cosas no tienen tiempo, el ser humano
sí. Al menos eso es lo que ha tratado de medir la humanidad desde que el mundo
es mundo, desde que el tiempo es… eso.
Extrañar – así, en infinitivo –
se parece a buscar tiempo al final del
día. Cuando ya sabés que la jornada terminó y que no te queda más que
descansar, para tratar de reconstruir todo más tarde. Lamentás no tener más
tiempo para vivir. Y entonces el silencio se llena de pasado que se amontona en
la pieza, y el techo se puebla de nombres, por la ventana los ruidos que se
cuelan no son los de una ciudad que duerme, al contrario, todo el silencio te
aturde y te habla de cosas que fueron, pero que no dejan de ser, porque las
estás volviendo a vivir. Ahí solo. Lejos. Lejos de todo
Extraño una canción que cuyo
nombre nunca supe. Extraño al adolescente que escuchaba Soda Stereo en casa de
un amigo al que hace años que no ve. Extraño a ese amigo, que bajaba las
escaleras de su casa haciendo culopatín. Extraño reírme de mi amigo, reírme con
él, y reírnos de la madre de mi amigo cuando se enojaba, porque bajábamos las
escaleras de modo poco tradicional.
La música es señal de que te
estás poniendo viejo, y de que el tiempo pasa más rápido, o más lento, pero no
deja de pasar. La música sigue ahí, joven, como la primera vez que oíste esa
canción, pero vos no estás igual. Pero no importa: escucho ese tema y estoy en
la base de la escalera, esperando que mi amigo se largue desde arriba, mientras
suena Soda.
Luis, mi amigo, viene en picada,
los escalones tiemblan, ya no tiene seis años, los barrotes, que él usa como
freno, entrelazando sus dedos para que el descenso no termine en tragedia,
crujen y quedan vibrando a su paso. Ya no tenés seis!, le grita la mamá, desde
el living. Tenía catorce, ahora debe tener más del doble de edad de la última vez
que se tiró escaleras abajo. Lo espero abajo, y vamos a la cocina a prepararnos
algo para comer.
Soñar es la única manera de no
estar atado el tiempo.
Nicolás G. Enrique