Es evidente que no tengo la necesidad de
decir algo importante. El relato está vedado en mí desde hace un tiempo… “bloqueo”
le dicen algunos, “ausencia de inspiración”. Ya recurrir a esos términos
demuestra una falta total de recursos para nombrar algo que es sencillo pero
que pareciera que no puede ser denominado de otro modo.
Describir
la cotidianidad de una persona parece ser el recurso más a mano para continuar
escribiendo. Y siguiendo con la costumbre de agregar una palabra tras otra,
puedo decir que las últimas novedades del caso sobre la imposibilidad de
enhebrar un suceso determinado de acciones, llevadas a cabo por un ente con
vida, se reducen drásticamente a medida que pasan lo segundos. En el tiempo que
cualquier persona, con intenciones de leer estos enunciados, tarda en llegar al
siguiente punto, en cualquier otra parte del mundo otra persona – que puedo ser
yo, precisamente – puede estar
escribiendo la misma cantidad de incoherencias y esperar la posibilidad de que
las mismas (evitar lo más que sea posible el uso de la frase “las mismas” o “de
las mismas”… no ayuda al normal fluir del relato) sean interpretadas como parte
de un proceso mayor y más concreto de desvarío discursivo con aires de monólogo
interior.
Como
capítulo de algo que nunca va a terminar de escribirse, puedo decir que esto
carece de toda forma posible de identidad literaria y, probablemente, sea
olvidado inclusive, hasta por mí. Pero es una entrada de un blogg, su esencia
es, precisamente, ésa y no otra. Ah, las formas las formas. Las evidencias
dicen que esto no tiene posibilidades de sobrevivir más allá de una lectura.
Lector
ávido de racionalidades y sospechas, te pido encarecidamente que no desprecies la
gratuidad de estos párrafos. Por algo llegarán a algún lugar, el día de mañana.
El viento, tal vez, los traiga de regreso a un cesto, impreso en una hoja y
hecho un bollo de papel, para después ser quemado.
Destino
final de todas las palabras.